5 libros para Leer en verano

Me gusta el verano.

Me gusta a pesar de que, aquí en Madrid, hace mucho, mucho calor, y hay horas a las que no se puede estar ni a la sombra.

Me gusta a pesar de que, cuando voy a la playa al norte, hay días en lo que no parece verano, en los que llueve como en otoño y hay que ponerse el jersey.

En verano el ritmo de la ciudad baja, y de alguna manera la gente está un poco más relajada.

Pero además, para mí, el verano es una época de recuerdos. Recuerdo los veranos del colegio, cuando tenía todo el tiempo del mundo. Y, sin duda, hay un verano que destaca sobre los demás. Si, es el último verano, ese de paso del Instituto a otra cosa… a la vida adulta.

Y ese es justo el verano que hay en los libros de los que hablo aquí. Son historias cortas, y aparentemente desenfadas, relajadas, entretenidas, pero también hay una gravedad en ellas, una iniciación en la vida adulta, en el amor… y en muchos, una desilusión, porque ser adulto casi nunca es como nos lo imaginábamos.

Esa sensación de despreocupación de la adolescencia; la sensación de libertad, de fluidez, de estar flotando hacía donde la vida te lleve. Para mí esa sensación vuelve ahora sólo en verano…

Me encanta el verano, y las historias de verano, pero también, inevitablemente, me recuerda que nos hemos hecho mayores.

Los comienzos

Así es como comienzan cada una de las 5 historias…

¿Reconoces alguna?

¿Cuál es la que más te llama a seguir leyendo?

 
En aquel entonces yo tenía dieciséis años. Todo ocurrió en el verano de 1833.
— Primer amor
En aquellos tiempo siempre era fiesta. Bastaba salir de casa y atravesar la calle para volvernos locas, y todo era tan bonito, especialmente de noche (…).
— El bello verano
 
 
La isla de Utajima sólo tiene unos mil cuatrocientos habitantes, y el perímetro de su costa no llega a los cinco kilómetros.

En dos lugares de la isla los paisajes son de belleza insuperable. (…)
— El rumor del oleaje
Dudo en dar el nombre, el hermoso y grave nombre de tristeza, a este desconocido sentimiento cuyo tedio y dulzura me obsesionan.
— Buenos días, tristeza
 
 
En el verano de 1963 yo me enamoré y mi padre se ahogó.
— Agua salada

Las 5 historias

  1. Primer amor, de Ivan Turguenev

primer-amor.jpg

Año publicación: 1860

Idioma original: Ruso

Traductor: Natalia Dvorkina

Edición: Alianza

Num. Páginas: 126

Varios amigos, sentados aún a la mesa, tras una opulenta cena, recuerdan sus años de primera juventud. Uno de ellos decide compartir la historia de su primer amor.

Empieza así el relato de Turgenev. Nos lo cuenta Vladimir, que en ese momento tenía 16 años, pasa el verano en la casa de vacaciones familiar, con sus padres. A la casa de al lado llegan una princesa con su hija, que aunque llevan títulos nobiliarios, tienen muchos problemas económicos. Zina, la hija, una joven de 21 años, es hermosa y caprichosa, pero tiene buen corazón. Está permanentemente rodeada de pretendientes, que la agasajan e intentan satisfacer todos sus caprichos.

Vladimir queda locamente enamorado de ella aún antes de conocerla, viéndola en una fiesta en el jardín de su casa, desde lejos. Para él todo es nuevo. Poco a poco le van derribando emociones que hasta entonces ni siquiera imaginaba que podían existir. Una noche, en la que no puede dormir, demasiado lleno de nuevas sensaciones, empieza en el exterior una tormenta.

 
No podía dejar de mirar: aquellos mudos relámpagos, aquellos destellos contenidos, al parecer, contestaban a los mudos y secretos impulsos que centelleaban también en mi corazón.
— Primer amor, I. Turguenev
 

Al principio todo es idilio, y emoción. Pero, según van pasando los días, se va dando cuenta de que hay algo más, algo que nadie le cuenta, y que ni él mismo sabe muy bien si quiere descubrir o no. Es como una negra sombra que poco a poco va ocultando el sol, hasta que todo es oscuridad y confusión.

Si alguna vez has sido joven y has estado enamorada/o, las palabras de Turgenev te van a llegar directo al corazón, y van a hacerte recordar toda esa energía infinita que sentías, unida a todas las incertidumbres y a toda la confusión… que los adultos tan rápido parecemos olvidar.

2. El bello verano, de Cesare Pavese

el-bello-verano.jpg

Año publicación: 1949

Idioma original: Italiano

Traductor: Carmen García Lecha

Edición: Cátedra

Num. Páginas: 97

La protagonista de este relato, Ginia, está en su paso de la adolescencia a la vida adulta, paso, que como en el resto de los relatos, transcurre a lo largo de un verano. El verano empieza ligero, con la inocencia aún de la infancia asomando por todos los rincones. Y todo lo que va pasando durante ese último verano hace que cuando el verano llega a su fin, también haya llegado a su fin la adolescencia, y llega el inhóspito y frío cambio de estación.

Todos parecen decir, ¡Bienvenido a la vida adulta, no es tan emocionante como esperabas!

Ginia tiene 16 años. Tiene energía suficiente para todo, la vida no le cansa. Trabaja en un taller de moda, y va a bailar los sábados por la noche.

La noches mas bonitas, desde luego, eran las del sábado, cuando iban a bailar, porque al día siguiente podían dormirse cuanto quisieran.
— El bello verano, C. Pavese

Vive prácticamente sola, porque su hermano trabaja de noche y casi no coinciden. Tiene una amiga, Rosa, que al principio de verano se echa novio. Cuando se entera Ginia se siente estúpida e infantil y no quiere sentirse así, quiere hacer también las cosas que hacen “los mayores”. Así que se hace amiga de Amelia, una chica un poco mayor que ella, y que hace de modelo de unos pintores. Ginia tiene curiosidad, tanto por la vida que lleva Amalia, como por la propia Amalia. Así empiezan a salir juntas a todas partes. Amelia la lleva al piso donde viven y trabajan sus amigos los pintores. Allí Ginia conoce a Guido, uno de los jóvenes pintores, que la seduce. También conoce otra forma de vivir, que le hace cuestionarse todo lo que pensaba que sabía de la vida adulta y de sí misma.

 
— Ser libre como lo soy yo da rabia — decía Amelia.
Ginia hubiera pagado con tal de oírla contar con interés aquellas cosas que tanto le gustaban a ella, porque la verdadera confianza entre dos personas es saber los deseos del otro y cuando gustan las mismas cosas ya no hay sujeción de una a otra.
— El bello verano, C. Pavese
 

3. El rumor del oleaje, de Yokio Mishima

el-rumor-del-oleaje.jpg

Año publicación: 1954

Idioma original: Japonés

Traductores: Keiko Takahashi y Jordi Fibla

Edición: Alianza

Num. Páginas: 229

Una pequeña isla de pescadores de Japón. Allí las costumbres tradicionales permanecen casi inalteradas, y hay muy poca interacción con el mundo moderno, que llega desde la isla principal, desde las grandes ciudades.

Un chico adolescente, que trabaja como pescador para que su familia pueda comer, se enamora de la chica nueva. Una chica de su edad, pero que ha estado estudiando fuera de la isla, por lo que está envuelta en cierto grado de misterio y desconocimiento.

La naturaleza y especialmente el mar, estan presentes en todo, como un personaje más en la historia. Una vez más, vemos como la inocencia de la infancia se va desvaneciendo. Las responsabilidades familiares y los anhelos personales de los protagonistas se van enredando y desenredando, de una forma pausada y tranquila, como las olas de un mar en calma, y nosotros como espectadores, nos mecemos por el ir y venir de los acontecimientos.

 
Los melocotoneros florecían en el jardín del santuario, penumbroso a la luz del crepúsculo.
— El rumor del oleaje, Y. Mishima
 

Un autentico placer para los sentidos, esta dulce historia de amor nos traslada al Japón mas tradicional. Pero, a pesar de la distancia, inevitablemente nos reconocemos en los dos jovenes protagonistas, en las dudas del primer amor, y en todo lo que implica pasar al mundo de los adultos.

 
Nada mas oírlo (el nombre de ella) se ruborizó y el corazón le latió con fuerza. Permanecer sentado e inmóvil mientras sufría esos cambios físicos, que hasta entonces solo experimentaba cuando estaba entregado a las duras faenas de la pesca, le producía una extrañísima sensación.
Se llevó la palma de la mano a la mejilla, y le pareció que la piel caliente era la de un completo desconocido. Percatarse de que en su interior ocurrían cosas que ni siquiera había sospechado era un golpe a su orgullo, y el enojo creciente hizo que las mejillas se le calentaran todavía más.
— El rumor del oleaje, Y. Mishima

4. Buenos días, tristeza de Françoise Sagan

buenos-dias-tristeza.jpg

Año publicación: 1954

Idioma original: Francés

Traductor: Pilar García

Edición: Cátedra

Num. Páginas: 103

Françoise Sagan publicó esta breve novela, el mismo año en que se publicó El rumor del oleaje de Mishima; cuando la escritora tenía tan solo 18 años.

Cecile, una adolescente de 17 años, pasa el verano en una lujosa villa en el sur de Francia, con su padre, a quien idolatra, aunque un poco desde la distancia, ya que su madre lleva varios años muerta y ella ha estado pasando sus cursos escolares en un internado.

Los meses de verano son una oportunidad de libertad y de disfrute de una vida ociosa y tranquila. Su padre es aún atractivo y le gusta la vida bohemia y desocupada, va cambiando de ligues constantemente, lo que a Cecile no le molesta, porque cree que con ella tiene una relación especial, y percibe que las demás chicas están solo de paso.

En medio del perfecto verano, llega de visita Anne, una amiga de su madre, a la que hace años que no veían. Anne llega con la intención de poner orden a sus caóticas, despreocupadas y felices vidas. Es entonces cuando Cecile empieza a ver peligrar su independencia, su estilo de vida, y sobretodo la especial relación con su padre.

 
Aquel verano tenía 17 años y era completamente feliz.
— Buenos días, trsiteza, F. Sagan

5. Agua Salada de Charles Simmons

Agua-salada.jpg

Año publicación: 1998

Idioma original: Inglés

Traductor: Regina López Muñoz

Edición: errata naturae

Num. Páginas: 165

Michael tiene una relación muy cercana con su padre. Tienen mucho en común, y hacen todo juntos, sobretodo durante los veranos, que pasan en la casa familiar, navegando, bañándose en el mar y pescando.

El verano en que Michael está a punto de cumplir los 16, en la casa de invitados están alojadas, de alquiler, una mujer con su hija. La chica, que es algo mayor que Michael , le deja inmediatamente hechizado.

Escrita mas de 100 años después de “Primer amor”, e inspirada en su historia, “Agua Salada” cierra el circulo.

Puede que en este último siglo hayan cambiado muchas cosas, pero sólo cosas externas, materiales, porque nuestra esencia sigue estando intacta. Las posibilidades del verano, las inesperadas sensaciones que trae el primer amor, y los miedos de hacerse mayor permanecen en nosotros, a través del tiempo y de los continentes.

Quizás hayamos sustituido los caballos por coches a motor. Ahora tenemos más. Más ruido, más entretenimiento, más distracciones… y no puedo evitar preguntarme, recordando mi propia adolescencia, ¿cómo será la adolescencia de mis hijos? ¿Ahora es mas fácil? O al contrario, es incluso mas difícil llegar a conectar, llegar a comprender…

La llegada del primer amor, y de vivir un último verano, a lo largo del cuál la inocencia de la infancia se va quebrando y poco a poco vamos descubriendo, o intuyendo, que el mundo de los adultos no es tan brillante como creíamos, si no que es confuso y a veces oscuro.

Queremos sentirnos libres, como los adultos, y poder hacer lo que nos de la gana; sólo para descubrir que ser libre tiene contrapesos, de los que nadie nos había hablado.

Pero no se puede parar el tiempo, y el verano termina, sin preguntar, sin dar opción a volver atrás, sin la posibilidad de volver a vivir un último verano.


¡Oh, juventud, juventud! Nada te importa, como si te pertenecieran todos los tesoros del universo. Hasta la tristeza te resulta dulce, hasta la pena te embellece. Eres atrevida y segura de tí misma, dices: “¡Mirad todos, soy la única que vivo!” Y no obstante tus días se van volando y desaparecen, sin darnos cuenta, sin dejar rastro, y todo en tí desaparece, como la cera bajo el sol, como la nieve…

Y quizás el enigma de tu encanto no esté en la posibilidad de hacerlo todo, si no en la posibilidad de pensar que lo harás todo; tal vez consista precisamente en malgastar las fuerzas que no podrías dedicar a ninguna otra cosa, en que cada uno de nosotros sinceramente se considera derrochador, sinceramente cree que tiene derecho a decir: “¡Oh, qué cosas podría haber hecho si no hubiera perdido el tiempo en vano!”
— Primer amor, I. Turguenev
Anterior
Anterior

4 propuestas para usar tus cuadernos